viernes, 26 de septiembre de 2014

VIBRA EL SILENCIO

                            VIBRA EL SILENCIO

Un niño preguntó un día a unos músicos que si creían que él podría aprender y llegar algún día a tocar como ellos , a lo que le contestaron  que no era tarea  fácil. Varias décadas después,  el maestro Andrés Segovia dijo de aquel niño, ya hombre, ya artista, ya genio, tras oírle tocar en un concierto; “no es un músico; es un hijo de Dios y éste se complacerá en tenerle cerca cuando le llegue su hora”.
Francisco Sánchez Gómez, nacido en Algeciras en diciembre de 1947, o lo que es lo mismo Paco, el de Lucía –su madre-, moría esta mañana de un infarto.
Hoy las guitarras están de luto y lloran en un canto desgarrado la ausencia del maestro.
A él, a Paco de Lucía, le debemos la aportación a la música de algo tan importante como la fusión del flamenco con otros estilos, blues, jazz, rock… incluso con la música clásica interpretando a Falla o Albéniz. Memorable su concierto de Aranjuez.
Viajó desde joven a América y más tarde a Europa envolviendo el aire de notas virtuosas y haciendo vibrar el alma de cuantos le escuchaban.
También le debemos la inclusión del cajón como instrumento. Lo trajo de Perú en uno de sus viajes y en seguida vio sus posibilidades en el flamenco.
Es destino, a veces tan sabio, puso en su camino a Camarón y fue algo grandioso rayano en lo divino y de esta unión vieron la luz una decena de discos míticos.
Como genio y monstruo todos le conocimos y poco más podemos aportar, pero, ¿de su vida, como persona?, ¿qué sabemos?.
En público era muy tímido y parco en palabras. Claro, la guitarra hablaba por él. Pero en la intimidad era un hombre muy familiar. Amó a dos mujeres en su vida. Particularmente pienso que en algún momento   pudo sentirse “entre dos aguas” al tener que vivir entre Algeciras y Méjico o, como diría su amigo Alejandro Sanz, con “el corazón partío”, pero esto es solo una intuición. (perdón si no es así)
Tras unos años en Cuba se instaló definitivamente en Méjico, lo que él denominó como su paraíso dedicado a la par que a la música a otras actividades que le fascinaban; el buceo y la pesca submarina que le procuraba los pescados que él mismo cocinaba a la brasa para sus amigos ejerciendo de anfitrión -otra cosa que le entusiasmaba- .
Gran lector de Ortega y Gasset y de Oscar Wilde evidenciaba su gran y especial sentido del humor que  compartía solo con los más allegados.
Y no sabemos nunca cuando nos va a llegar nuestra hora pero a él le ha llegado jugando con uno de sus hijos en la playa. Una buenísima manera de abandonar este mundo, a mi entender.

Se nos ha ido pronto, aún joven, pero  nos deja para siempre  los acordes desgarrados que fluían de  sus dedos como flores. Fuente y caudal.

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