martes, 16 de febrero de 2010

UNA NOCHE, UN CARNAVAL

Mi nombre es Máximo Galiana, pero todos me llaman Max. Mi padre quería que fuera médico, pero para su desdicha le comuniqué que quería ser escultor. "Bueno, le dije; al fín y al cabo son dos maneras distintas de estudiar la anatomía humana". Así pues, cuando llegó el momento de realizarme como artísta, alquilé un pequeño estudio cerca de Malasaña (me encanta este barrio).
Ahora estoy trabajando en una Venus. Estoy contento pues su aspecto es ligero y parece que flotara. Sin enbargo, no logro cincelar los rasgos de su cara...es extraño.
Hace unos días recibí una invitación para hoy viernes, de mi amiga Virginia que celebrará su cumple a la vez que el estreno del piso que se ha comprado en las afueras, en una nueva urbanización. Su regalo? una pluma Mont Blanc tan bonita como cara que, más vale que le guste!
Después de comer algo me puse a trabajar en la venus. Tenía tiempo, ya que la fiesta sería al rededor de las diez. Cuando quise darme cuenta... era casi esa hora!!! Me dí una ducha rápida, me vestí y salí pitando. Me llevó un tiempo encontrar la dirección, casi una hora. En la nueva urbanización no había nadie por la calle y los pisos estaban aún vacíos en su mayor parte. Me encaminé hacia el portal y ví a una chica que estaba abriendo en ese momento. -Espera!, le dije. Ella me miró con recelo y le dije que si conocía a Virginia, que iba a su cumple. Ya más tranquila, me dijo que ella también, que le había dado una copia de su llave, pues no hay vecinos todavía y que tenía que dar de comer a Zappe cuando ella estaba fuera.
La miré de reojo una o dos veces y me pareció que no estaba nada, pero que nada mal. Mientras bajaba el ascensor ví que llevaba un vestido negro y rojo de estilo retro pero muy corto y que le sentaba como un guante. Ya en la cabina ella pulsó el 7º. Algo iba a decir, para romper el silencio, cuando... se fue la luz y el ascensor se paro con un leve respingo. -Vaya!, dijimos al unísono. Tocamos el timbre pero nadie parecía oírlo. Sacamos sendos móviles, pero no había cobertura.
-Cómo te llamas?, pregunté. -Estrella, contestó. -Y tú?. -Todos me llaman Max. Al cabo de unos segundos sonrió. Que curioso... juntando nuestros nombres resulta el del protagonísta de Luces de Bohemia, Max Estrella. Si esto fuera una novela, sería un guiño del autor en homenaje a don Ramón María. Asentí diciendo que a mí también me encanta Valle-Inclán. La luz -que no era de bohemia-  no venía y, poco a poco, empezamos a hablar y hablar. Parece mentira como en tan poco tiempo nos pudimos contar toda nuestra vida. La verdad es que estábamos a gusto. Me enteré de que vivía con sus padres; que conocía a Virginia desde la Facultad de Periodismo; que amaba la literatura, el mar; que colaboraba con la revista Hoy; y...un largo etc. Parece que la conociera de toda la vida. De repente volvió la luz y con nuestros ojos semicerrados por la repentina claridad, suspiramos pensando "no quiero que esto se acabe, por favor". Entonces nos miramos con complicidad y en nuestra cara fue apareciendo una sonrisa maligna mientras apretamos el botón de la B.
Salimos del portal corriendo de la mano y riendo a carcajadas como dos niños tras unas travesura inconfesable. -A dónde quieres ir?, pregunté. -Tengo hambre, contestó.
Conduje hasta mis dominios y entramos en Berto`s, un asador argentino abierto 24h. donde preparan un entrecot a la parrilla digno de un "cometa Michelín". Lo acompañamos con patatas fritas, ensalada César y un riquísimo vino de allá. Lo devoramos todo con fruición y nos fuimos a bajar calorías al "Brain", un garito de moda, donde pinchan buen house. Bebimos, bailamos y reímos a grandes dósis. Ya bastante cansados pero sin querer rendirnos, nos dirigimos al "Blues&Blues", un piano-bar tranquilo, cuya música en directo te envuelve y relaja. Bailamos muy juntos, en silencio. Las mariposas de mi estómago me llegaban a la garganta. Nuestros labios se fueron encontrando hasta terminar en un apasionado y deseado beso mientras sonaba una canción de Ella Fitzgerald. No terminamos nuestra copa. Entramos en mi estudio e hicimos el amor durante horas.
A los pocos días había otro cepillo de dientes en mi baño y más ropa en el armario. Éramos tan felices, que es difícil de explicar.
Al fin puse cara a mi venus; la cara de Estrella.
Pasaron los meses y un buen día, no sé cómo ni cuando, me dí cuenta de que discutíamos demasiado; de que nos llevábamos la contraria en cada cosa que el otro decía. Incluso llegamos a ridiculizarnos el uno al otro delante de los demás. Qué pasaba?, en qué habíamos fallado? Lo único que sé es que el deseo se había transformado en rutina, la complicidad en desdén y la ilusión en desencanto. Cierto día, al volver de comprar unos cinceles, Estrella no estaba. Ni su ropa, ni su cepillo de dientes.

Ha pasado ya un año y medio. A penas salgo. Muchos de los amigos son comunes y siempre surge el tema que quiero evitar a toda costa, pues me sigue doliendo.
Hace unos días ví anunciado en internet "Gran Fiesta de Carnaval". Porqué no? -me dije. Algún sitio lejos, el finde, yo solo a la aventura...Reservé en un pueblo, cerca de Lugo, una habitación en una especie de castillo, habilitado para la ocasión: Cena de gala, gran fiesta de disfraces y una habitación donde "dormir la mona":qué más se puede pedir? Si, claro, un disfraz! Me dirigí al centro a ver que encontraba. Sólo quedaba uno...de Batman, por Dios!!! Por lo menos era de mi talla.
El sitio era superagradable, con gran ambiente y muy concurrido. Después de cenar y charlar con un montón de gente disfrazada  nos dirigimos a un espectacular salón medieval pero con una barra libre que ya hubieran querido para sí los reyes godos, empezó la música. Miré en derredor buscando "algo" de interés que no fuera histórico ni artístico. Entonces ví a Caperucita con un antifaz a juego y largas trenzas rubias que sostenía un gintónic azul fosforescente. Me acerqué. Ella me espetó -sé lo que estás pensando y la respuesta es no. -Perdona?, dije yo. -Si, conozco las habladurías de que estoy liada con el lobo, pero no. La verdad es que estaba colgado por mi abuela y llegó a comérsela por los celos que tenía del leñador. -Pues, a lo primero te diré, que él se lo ha perdido y a lo segundo, que lo siento por tu abuela, contesté yo. Bailas?...pues vamos "volando" , que los dos tenemos capa. Nos fundimos en un marasmo multicolor de rostros anónimos y flotamos en un fluido de globos, serpentinas y confeti. No lo pasaba tan bien desde...aquel día en el ascensor, pero, qué diablos, hay que divertirse a tope! El tiempo parecía no pasar. Nos fuimos a fumar frente a una gran cristalera desde la que se veían unos jardines iluminados aunque inaccesibles en esta época del año. De repente alguien anunció por los altavoces: HA LLEGADO EL MOMENTO. CONTAREMOS HASTA DIEZ PARA ATRÁS Y ...TODO EL MUNDO A QUITARSE LAS MÁSCARAS!!!
"Diez, nueve, ocho,.. ... ... .. .tres, dos, uno.....Fuera máscaras"... Nuestros ojos se iluminaron asombrados: -Estrella!!! -Max!!! Nos abrazamos y fuimos felices y comimos regalices forever after!

martes, 2 de febrero de 2010

EXILIO A LA DESESPERACIÓN

Cuando César Calleja llegó a su trabajo ese día, y le comunicaron su inminente despido, se quedó atónito. Veinticinco años de su vida se iban a quedar en esa fábrica de bombillas. ¿Qué iba a hacer ahora, a sus 56 años y sin más experiencia que la de hacer filamentos de lámparas? Presintió en ese momento que su vida iba a experimentar más cambios que los de Gregorio Samsa, el cucarachil protagonista de La Metamorfósis. En efecto, la situación era Kafkiana.
Pensó en su familia y en cómo se lo iba a decir. Pese a que su sueldo no era para tirar cohetes, nunca les faltó de nada, y es que su esposa Consuelo siempre fue buena administradora y hacía de un céntimo dos.

Sí, nunca les faltó de nada...hasta fueron de viaje de novios a Gandía a conocer el mar. Que felices eran y cuantas expectativas tenían!... Un fotógrafo les hizo una foto que, desde entonces lleva siempre encima, al igual que las de sus dos hijos, Jose Vicente -como su abuelo- y Laurita, su ojito derecho.

Precisamente, en su pasado cumpleaños, los tres le regalaron un billetero de piel donde guardaba las fotos... porque lo que es billetes... y menos a partir de ahora.

Cuando cumplió 16 años, Laurita entró a trabajar de aprendiz en la peluquería del barrio y Jose Vicente entró como vendedor de libros a domicilio a los 18. "Es imprescindible causar buena impresión", decía Consuelo; así que rompiendo la economía familiar, hubo que comprarle un traje. Era de saldo, mal confeccionado y de un color azul extraño, pero traje, al fin y al cabo. Cuando se lo puso el primer día, con una camisa y una corbata de su padre, Consuelo se emocionó y le despidió con lágrimas en los ojos. "Que guapo estás. Seguro que vas a vender mucho, ya verás!"

César se acostó aquella noche taciturno. No había dicho nada del despido. Al cabo de varias noches se levantó sigilosamente, dejándo en la mesa de la salita su DNI, la cartilla de la Seguridad Social, un sobre con su liquidación y una nota que sólo decía "Os quiero más que a nada en el mundo". Ya en la puerta echó un último vistazo a lo que había sido su hogar y salió cerrando la puerta tras de sí.

Estuvo vagando varios días. Las noches de finales de mayo eran agradables. En ese mundillo de los desheredados hay buenas gentes que te ayudan en lo poco que pueden, pero pronto aprendió que también proliferan individuos que, como hienas luchan en la selva de hormigón por cualquier migaja.

Los días pasaban y César solía pernoctar en un túnel que hacía de pasadizo entre dos calles. Compartía con sus amigos de fatigas los yogures caducados y el pan de ayer que a veces le daban
en algún supermercado.

Se acercaba la Navidad. ¿Cómo estaria su familia? Dios, cómo les echaba de menos!

Una tarde, se armó de valor y se encaminó hacia su casa. Esperó en la acera de enfrente. Llevaba un gorro bien encasquetado y una bufanda subida hasta los ojos. Esperó, esperó. Ya casi se iba a ir, cuando la vió. Su querida Consuelo. El pelo encanecido, mucho más delgada. Caminaba encorvada y arrastrando los pies. Portaba una raquítica bolsa de la compra y, desapareció en el portal.

Anduvo sin rumbo hasta que entró en los urinarios de un parque. Escuchó un grito ahogado y unas palabras incomprensibles. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz mortecina, pudo ver a una jóven amenazada por un tipo pelirrojo y grandullón. "Déjala ya", dijo sin pensarlo. El individuo se volvió y le dijo "no te metes dónde no ti yaman", mientras la chica huía. Entonces, el hombre le propinó un empujón y salió de allí. César rebotó en la pared y cayó de culo manchándose las manos con el limo viscoso del suelo. Se levantó y abrió el grifo de un lavabo que aguna vez fuera blanco, pero no tenía agua. Se miró en el espejo roto y turbio y un extraño le devolvió la mirada primero sorprendida, luego cansada y por último de un denso reproche.

Cuando salió de allí, era de noche cerrada y había empezado a nevar. Copos grandes y esponjosos empezaban a cuajar en el parque. Miraba los bloques de pisos. Todos diferentes, todos iguales. Siempre le gustaba imaginarse quienes vivían allí. Estaría una familia cenando una humeante sopa de picadillo como las que hacía su Consuelo? Una tripa le rugió. Buscó refugio junto a unos setos, cubriéndose con unos periódicos y un trozo de cartón de un contenedor y se acurrucó lo mejor que pudo. La respiración se congelaba en el aire. Cerró los ojos apretándose la cartera de piel con las fotos contra su pecho. Intentó llorar, pero el viento glacial le congelaba las lágrimas antes de salir. Pensó en su madre. Seguramente, cuando le tuvo en sus brazos por primera vez, no hubiera sospechado que destino le aguardaba. Ella le contaba que le puso de nombre César como los grandes emperadores romanos. Menuda paradoja; César Calleja, el soberano de los callejones.

Le costaba trabajo pensar. Ya no tenía frío. Una luz intensa, como el sol de la playa de Gandía lo cubría todo.

EPÍLOGO
Cuando al día siguiente dos municipales buscaban alguna identificación y vieron la cartera de piel se dijeron "mira que cartera más maja. Y es buena. A saber de dónde la sacaría el pobre diablo".