martes, 25 de noviembre de 2014

TOULOUS-LAUTREC, LA IMPORTANCIA DEL CARTEL

Entra en el cabaret un hombre muy bajito -apenas metro y medio- vestido de negro y apoyado en su bastón que le ayuda en su cojera. Se sienta en una mesa del fondo y pide una botella de absenta. Le duelen las piernas. A través de sus lentes lo observa todo con  ojos analíticos  y hace bosquejos en el mantel como tantas otras noches.
Trago a trago Toulouse va adquiriendo esa nitidez etílica y extraordinaria que le hace advertir el trasfondo de esos personajes que, bajo  falsos oropeles muestran lo sórdido de su existencia; maquillajes emborronados, ojos cansados y sonrisas que son una mueca.
Toulouse-Lautrec plasma en sus carteles todo lo que ve, escenas espontáneas de la vida nocturna parisina bajo la luz amarilla de los locales de moda, (esos en los que no es muy bien recibido debido  a su físico).
Una mañana de 1891 París amanece con sus calles empapeladas con un cartel de Le Moulin Rouge para asombro y disfrute de todos los viandantes. Un reclamo publicitario elevado a la categoría de obra de arte; (¿se estaría gestando el diseño gráfico?) Como dije en un post dedicado al gran Mucha, en una época de incipiente aperturismo y consumo se iba imponiendo la idéa de publicitar, dar a conocer, gritar a los cuatro vientos lo que se vende. Y aquí, El Cartel fue un elemento de inflexión sin precedentes.
De sus 350 litografías, 30 son carteles. Son composiciones artísticas sutílmente simplificadas pero muy impactantes que cumplen eficazmente su función publicitaria. Son, en su mayoría, superficies abstractas delimitadas por contornos negros que aumentan el grado de expresividad -como si fueran vidrieras- o siluetas negras de personajes sobre fondos claros, lo que hace que sean vistas de lejos. 
A Toulouse empezaron a lloverle los encargos: El Moulin, Embassadeurs, Le Diván Japonais... y, así mismo inmortalizó a artistas de la época como los bailarines La Goulue (la glotona) y Valentin-le-Désossè ( sin huesos) o la cantante Yvette Guilbert, que en un principio se enfadó al verse retratada tan fea -como seguramente sería- aunque luego estaba muy contenta y orgullosa de que el artista la hubiera hecho famosa para la posteridad. 
Este Postmodernismo o eclosionismo con influencia de técnica japonesa hace que Lautrec tenga un estilo propio    que le convierte no solo en el precursor del cartel como tal, sino en cronista social de toda una época.
Toulouse tendría derecho a haber sabido que, a partir de él, donde haya un ser humano, habrá un cartel.

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