lunes, 13 de enero de 2014

LA REALIDAD-FICCIÓN DEL PRESENTEFUTURO

Hoy me he levantado con una extraña sensación; algo se agita en mi alma que me produce angustia y desasosiego. Presta a analizar el porqué indago en mis entresijos neuronales y creo haber hallado la respuesta. El tiempo lo hemos concebido siempre en pasado, presente y futuro. En esta línea hemos conformado etapas y devenires de la Historia. Pues bien, tengo la sensación de asistir a un cambio raro, no de revolución, que eso siempre sería positivo, sino todo lo contrario. Me siento en el punto álgido, el vórtice, el ojo del huracán o el epicentro, si os gusta más, del Presentefuturo pero con la contradicción de que nos conduce al pasado (¿paradoja en sí misma?) Cada día se suceden grandes cambios involutivos que me dejan confundida, aturdida. Este "Regreso al Presente", no hay Condensador de Fluzzo que lo resista.
Pienso en Pinocho pero hoy no hablaré de mentiras de narices sino de realidades descaradas. Reproduzco mentalmente la imagen del hijo de Gepeto, ya niño, convirtiéndose en burro al no aprender. Le crecen orejas, hocico, pezuñas y rabo. ¡Pobres niños venideros!. Las generaciones futuras han de tener el tesón de aprender por sí mismos, de cuidar los modos, de estar alerta mucho más que sus predecesoras. Los padres serán a la par educadores y tendrán la obligación de enseñarles más que nunca el amor a la sabiduría, al arte, volcar en ellos todo lo que en su día tuvieron la oportunidad de aprender. Casi con trazas subversivas. Cierro los ojos y veo una calle, de noche y padres con carteles y pegamento forrando las paredes con tablas de multiplicar, los ríos, poesías... Veo a los Hombres-Libro de Fahrenheit 451. A propósito que ayer escuché que Google está entrando en bibliotecas y centros sagrados del saber como un elefante en una cacharrería escaneando todo libro viviente, sin permiso de autores ni editores, en un megaproyecto por recopilar todo el saber. Esto me ha puesto los pelos de punta y por más que me froto la piel ahí siguen, como escarpias, pues no dejo de pensar que cuando ya lo haya logrado le falte tiempo para sacar sus mangueras de fuego.  
La sombra de la mediocridad, más mediocre que nunca, es alargada como el ciprés de Gironella y acecha en las esquinas, se infiltra por los recovecos de Internet, sale del televisor como la niña de The Ring pero dando más miedo -que ya es decir- y se arrastra hasta nosotros para instalarse en nuestras mentes, contagiándonos hasta lograr que vayamos deambulando por las calles con las cabezas huecas de ideas y el alma exenta de emociones como dignos hijos nacidos de tiernas y verdes vainas.

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