lunes, 11 de febrero de 2013

MODERNO MODERNISMO

Si algo caracteriza al Modernismo es que es atemporal; por eso me fascina. Cuando se mira -o admira- un broche, por poner un ejemplo, uno tiene la sensación de que ha sido diseñado hace una semana y no a finales del siglo diecinueve. Puede que esté latente durante décadas, pero siempre acaba resurgiendo. En nuestro caso y tras un largo período de la escueta recta nórdica, es un placer dejarse seducir por las sinuosas y sensuales curvas modernistas, que ya asoman tímidamente.
Muchos fueron los artistas que sucumbieron a esta tendencia de formas caprichosas. Nuestro Gaudí, con su imaginación desbordante, pasional y sin límites ideó entre un sinfín de cosas, las que yo llamo casaspalaciodehadas con vidrieras, tejados y chimeneas de formas imposibles. Y lo más difícil es que fue capaz de materializarlas sólidas y  rotundas para nuestro deleite. Me imagino la sensación al entrar en una de esas mansiones y respirarlo por cada poro de la piel. Porque el Modernismo no es sólo un estilo artístico; es un modo de vida. Es diseño, tal y como lo entendemos hoy.Es reinventar los objetos cotidianos que nos rodean; peines, espejos, lámparas, accesorios, vestidos, joyas, vajillas, cubiertos, floreros... es un Todo en Conjunción.
Remontémonos a aquella época de cierto esplendor económico,los cabarets, la incipiente sociedad de consumo fruto de la revolución de la industria.Grandes cambios, convulsiones artísticas e ideolóicas Así tuvo que surgir el primer reclamo publicitario: el cartel, otro elemento de identidad. Auténticas obras de arte para anunciar espectáculos, carnavales o fiestas -como harían Toulouse o Chéret en París-.En España se anunciarían aceites entre otros productos y posteriormente para espectáculos taurinos hasta el presnte.
Hace unos años, tuve la suerte de ir a una exposición de Alfons Muchá, uno de los mejores cartelístas que ha habido. Fue una experiencia única ver al natural aquellas obras que tanto admiré en los libros de arte. Reconocer de primera mano a Sarah Bernard, la gran Dama de la Escena, su musa, en cada rostro femenino de aquellas delicadas y seductoras féminas trastocadas en alegorias de las cuatro estaciones. Siempre todas ellas enmarcadas en su correspondiente círculo diseñado al efecto. Disfrutar a veces de la suavidad de sus trazos, otras, de la fuerza de sus carteles de teatro para tragedias clásicas, como Medea. Y muchos otros que una muchacha fumaba cigarrillos, montaba en bicicleta, bebía cerveza o lavaba ropa, tareas mundanas elevadas a categoría semi-divina al chocar con una estética profundamente clasicista. Entonces, Porqué parece siempre tan moderno??

Esta es la magia del Art Nouveau, como dirían los franceses aunque yo prefiero seguir llamándolo Modernismo.

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